El Dr. Martín Alejandro Iribarnegaray, investigador Adjunto del CONICET y del Instituto de Investigaciones en Energía No Convencional (INENCO), opinó sobre la situación actual de las redes cloacales y las plantas de tratamiento de líquidos cloacales de la ciudad de Salta. Propuso cuatro puntos a tener en cuenta y sostuvo que lo principal es optimizar y desentralizar.

NOTA PUBLICADA EN EL DIARIO EL TRIBUNO DE SALTA:

Por Martín Iribarnegaray*

El Valle de Lerma es el lugar de desarrollo de una extensa área metropolitana, con la ciudad de Salta como el centro urbano más importante, pero interconectada cada vez más con ciudades “satélite” como San Lorenzo, Cerrillos, La Merced, La Silleta, Campo Quijano, Vaqueros o La Caldera. Muchas de estas localidades cuentan con redes cloacales y plantas de tratamiento de líquidos cloacales que fueron construidas hace varias décadas. Otras no cuentan con infraestructura cloacal en absoluto, luego de siglos. La histórica falta de inversión y planificación, combinada con el crecimiento acelerado de las nuevas áreas urbanas y asentamientos, generaron una situación ambiental y sanitaria muy preocupante. En algunos casos, hasta nos hemos acostumbrado a ella. La realidad es mucho más compleja de lo que puede describirse en unas pocas líneas, pero quiero mencionar cuatro líneas básicas de acción que invariablemente deberán considerarse si queremos repensar la forma en la que estamos gestionando las aguas residuales.
1) Optimizar las redes de cloaca existentes. La capacidad de incorporación de nuevos aportes de líquidos cloacales a las plantas de tratamiento existentes es limitada si no se concretan importantes (y costosas) obras de ampliación en las mismas. En este panorama es necesario priorizar el mantenimiento de las redes cloacales en los cascos urbanos ya cubiertos, por sobre la anexión de sectores aislados y alejados que demandan costosas obras de transporte de efluentes. Aquí es prioritario un plan de reemplazo de cañerías antiguas y detectar áreas críticas dentro en las redes de cloaca. Algo que, con mayor o menor ritmo, se realiza actualmente. Pero los esfuerzos de ampliación de redes de cloaca deberían estar focalizados en conectar a los sectores más postergados y perimetrales a los cascos urbanos (generalmente barrios informales), muchas veces en procesos de regulación dominial y con una alta densidad de ocupación del territorio.
2) Mayor uso de infraestructura en horarios no pico. Se debe aprovechar en forma más inteligente la capacidad de las redes de cloaca. Para esto es necesaria (sobre todo en los condominios y edificios) la incorporación de sistemas inteligentes de descarga a las cloacas que permitan la utilización de las mismas en los horarios “no pico”, que son horarios donde las cañerías registran poco caudal y tienen mayor capacidad de incorporar nuevos efluentes y transportarlos hasta las plantas de tratamiento. Algunos proyectos ya contemplan esta posibilidad. Esto demanda que los edificios incorporen capacidad de almacenamiento temporario de aguas residuales (especialmente las grises) y la instalación de sensores en las cañerías que habiliten automáticamente las descargas cuando las cloacas registran bajo caudal.
3) Modernizar plantas de tratamiento existentes. Varias localidades del Valle de Lerma (y la provincia) cuentan con tratamiento de líquidos cloacales mediante Lagunas de Estabilización, cada una con una realidad distinta en cuanto a conservación y funcionamiento. Teniendo en cuenta el aumento del costo de la tierra y la cada vez menor superficie disponible, es necesario modernizar las mismas. Una forma factible es la construcción de plantas de tratamiento compactas previas y la utilización de las lagunas existentes solo como postratamiento (extracción de nutrientes y organismos patógenos del agua). De esta forma, se podría mejorar y modernizar el tratamiento actual y al mismo tiempo extender la vida útil de la infraestructura existente con inversiones relativamente accesibles. Además, la calidad del efluente final sería mejor, habilitando incluso la posibilidad de un reúso en agricultura cuando las condiciones lo permitan.
4) Incorporar criterios de descentralización del servicio. Esto implica incorporar urgentemente el concepto de tratamiento descentralizado al marco regulatorio vigente. El tratamiento descentralizado o “insitu” de los efluentes domiciliarios (en el mismo lugar o terreno, sin que sea transportada a las redes cloacales), está siendo cada vez más valorado en el mundo. Nuestro problema es que lo aplicamos por defecto y en forma informal, en cualquier sector que esté urbanizado y no disponga de servicio de cobertura de cloacas. Son innumerables los ejemplos y lugares con esta realidad (desde urbanizaciones privadas hasta barrios IPV). La mayoría estamos familiarizados con las “cámaras sépticas” o “biodigestores” ofrecidos en los corralones, o bien diseñados según la habilidad del albañil de turno. Los problemas en este punto son muchos, comenzando por el hecho de que el tratamiento descentralizado, llamativamente, no está contemplado en el marco regulatorio del servicio de agua y cloaca. Esto significa que ninguna institución, empresa u organismo se hace cargo de la planificación, reglamentación, o control de estos sistemas de tratamiento, con las graves consecuencias ambientales que esto implica.
Un cambio en el marco regulatorio o la habilitación de nuevas normas, permitirá clarificar las reglas de juego respecto a los tipos, configuración mínima, dimensiones y diseños de los sistemas de tratamiento insitu. También clarificaría los requerimientos de calidad de los efluentes tratados antes de su infiltración en el suelo, instituciones responsables de controlar y/o financiar, penalizaciones, entre otras tantas cosas que hoy operan en una especie de limbo normativo-institucional. El desafío no es menor, ya que actualmente la realidad es de descontrol, y las consecuencias son amplios sectores de nuestro Valle con el agua subterránea contaminada a causa de aguas residuales deficientemente tratadas en cámaras sépticas pequeñas, mal diseñadas o abandonadas, o bien soluciones disponibles en el mercado que no han sido oficialmente testeadas o controladas. Esto es inaceptable y un riesgo para la población.
La nueva normativa debería fijar superficies de lotes mínimas para asegurar densidades adecuadas de sistemas insitu que no pongan en riesgo las aguas subterráneas, además de delimitar áreas no adecuadas para este tipo de tratamiento según las características del suelo, la profundidad de los acuíferos, la distancia a los ríos, entre otros factores a considerar. En los casos donde se requieren densidades mayores de viviendas (lotes más pequeños) pueden considerarse redes de cloacas locales, que cubran un cupo limitado de viviendas con sus propias plantas de tratamiento. El nuevo decreto de gestión de loteos (Nº1682) hoy aparentemente cajoneado, no profundiza en este problema.
Existen muchas ventajas de un tratamiento insitu bien planificado, como la posibilidad de reúso de las aguas grises o jabonosas en riego una vez separadas de las negras (las del inodoro), con un menor uso de agua potable en el riego del jardín. Pero también existen otras ventajas como menor necesidad de grandes y costosas obras de expansión de cloacas y menor presión a las plantas de tratamiento centralizadas existentes. Incluso nuevas oportunidades laborales, con el posible surgimiento de empresas de servicios especializadas en atender un sector con reglas de juego claras. Estos son solo algunos de los aspectos a tener en cuenta y a discutir urgentemente. Las instituciones responsables de la gestión, tienen la mayor responsabilidad para tomar cartas en el asunto y promover los procesos de cambio y mejora. Claro que es un desafío y como todo desafío, implica trabajo, seriedad y sobre todo aceptar la realidad y querer cambiarla. *Ingeniero en Recursos Naturales y Medio Ambiente     Investigador Adjunto- Conicet    Doctor en Cs. Biológicas – Unsa